Depende del motivo de la consulta, pero desde los 2-3 años ya se pueden trabajar muchas dificultades del lenguaje. Cuanto antes se detecte y se actúe, más fácil será intervenir y más rápidos serán los progresos.
Si notas que habla menos que otros niños de su edad, no se le entiende bien, repite sonidos, se traba al hablar o tiene dificultades para seguir instrucciones simples, es buena idea consultar. Ante la duda, una valoración profesional siempre aporta claridad.
No. También trabajo con adolescentes y adultos que tienen dificultades del habla, tartamudez, problemas de pronunciación o trastornos adquiridos.
Las sesiones suelen durar entre 45 y 60 minutos, dependiendo de cada caso. Siempre se adaptan a la edad, atención y necesidades del paciente.
En la mayoría de casos, se recomienda una sesión por semana para garantizar continuidad y progresos. En casos puntuales puede ajustarse según objetivos.
Sí. Colaboro con psicólogos, otorrinos, dentistas, pediatras y otros especialistas para ofrecer una atención global y coherente. El trabajo en equipo mejora los resultados.
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Es completamente normal que algunos niños se sientan tímidos o inseguros al principio. Por eso, las sesiones están pensadas como un espacio seguro y divertido, con juegos y dinámicas adaptadas. Poco a poco se sienten cómodos y participan con más ganas.
En la primera sesión es útil traer informes médicos, escolares o valoraciones anteriores, si los hay. Lo más importante es que vengas con ganas de hablar sobre lo que observas o te preocupa.
Cada persona es distinta. Algunos casos se resuelven en pocas semanas, y otros requieren un acompañamiento más prolongado. Siempre te informaré del progreso y los objetivos para que estés al tanto en todo momento.
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